Saber qué esperar o qué quieres del matrimonio es casi tan incierto como comprar un boleto de lotería y preguntarte si será el ganador, o esperar obtener algo de los premios que publican. Para que un matrimonio funcione, más allá de esperar algo de la otra persona, debes pensar en lo que vas a hacer tú: lo que decides asumir, lo que dejas atrás, lo que sumas, lo que aportas, lo que pierdes, lo que ganas, lo que aumentas o lo que disminuyes.
Todas estas decisiones deben ser muy bien pensadas desde tu cerebro racional, es decir, desde el córtex, porque ya has pasado la etapa del enamoramiento, cuando actuabas con tu cerebro reptil y límbico. Si quieres dar el siguiente paso, hazlo dejando completamente de lado cualquier duda, cualquier pensamiento de «después» o cualquier cosa en el limbo. De lo contrario, cuando trates de razonar estas decisiones, es posible que ya estés en la luna de miel o, peor aún, hayan pasado años de matrimonio preguntándote si realmente estás con la persona correcta o no.
Créeme, escribirlo es muy diferente a vivirlo. Cuando estás en la efervescencia de una relación, ya sea enamoramiento o noviazgo, todas tus expectativas mentales parecen de revista: es como visitar la casa modelo, la oficina soñada o imaginarte que «la vida es bella». Pero no quiero destruir tus ilusiones; simplemente necesitas darte cuenta de las realidades. Hablar, comunicarte y estar claros sobre cuáles son los planes en común es fundamental. Planifica si tendrán hijos o no, cómo administrarán el dinero, cuáles serán las prioridades y los objetivos individuales y de pareja. Esto es tan importante como si estuvieran emprendiendo un negocio, montando una empresa o planificando dónde será su vida futura.
Hasta este punto, algunos pueden haber pasado por alto ciertos aspectos, mientras que otros, más minuciosos, probablemente han pensado en todo esto y más. Pero si de verdad deseas entregarte a un cambio de vida de 180 grados, pregúntate cuánto conoces, hasta la fecha, a la persona que estará a tu lado «hasta que la muerte los separe» (aunque en la actualidad podría ser más bien «hasta que alguna diferencia los separe»).
Si estás en el primer grupo, organiza reuniones con tu socio de vida y cierra los temas que puedan estar abiertos. Plantea también aquellos que no se han abordado. Si crees estar en el segundo grupo, asume las responsabilidades y las consecuencias. Ten la sabiduría para resolver y enfrentar lo que venga, ya que, casi siempre, las cosas no saldrán exactamente como las planeaste. Con esto quiero decir que la moneda tiene dos caras: podría ser mejor de lo que planeaste o no.
Te deseo mucha suerte en tus decisiones.
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